jueves, 15 de enero de 2009

DE MORAL DISTRAIDA

Iba camino al trabajo, aun pensaba en lo cómoda que estaría en la cama y es que levantarse las 5:15 a.m. en invierno es casi un tormento .

Me encanta viajar en la ventanilla porque con el paisaje y como observadora de la gente me pierdo, me voy del mundo, a veces creo que no pienso sino que estoy como parada en una esquina viendo pasar solo lo que pienso, pero no pienso lo que veo, quizá pienso por mi cuenta pero, no pensé por mi cuenta sino que me perdí en el mundo de los otros.

Charlaban en voz alta, ella Lola, una mujer como de 40 años y Juan, un hombre 15 años mayor que ella, lo supe porque el caballero dijo haber nacido en 1951 y ella le restó hasta llegar a 1966. Sus rostros no los pude ver, pero creo que no fueron necesarios sino hasta el final.

Lola, se había quedado dormida la tarde anterior cuando tomó el autobús de Xalapa para bajarse en Mahuiztlán, ahora estaba en Córdoba y no parecía sentirse afligida, ni perdida. Le gustaba viajar y perderse por días dijo. Yo, en la ventanilla escuché cada detalle acerca de su filosofía de vida, gracias a su trabajo conocía Mérida, Baja California, Los Mochis, Guanajuato, México, Querétaro, Tampico, la semana pasada llegó hasta Tijuana. Mi trabajo es platicar y hacerlos reír, porque luego llegan con hartas penas y pus una los tiene que relajar, que si la mujer, que si el dinero, que si los viajes, que si el pericazo, le dijo Lola al hombre.

Lola vivió los primeros años de su vida en la Orduña, un pequeño poblado del municipio de Coatepec aunque, los “días de descanso” viajaba allá para visitar a su madrecita. Y ¿ustedes descansan? Le preguntó Juan a Lola. ¡Uy! pues no se crea porque trabajo siempre hay, es lo bueno, gracias a Dios. Al escucharla hablar de Dios parecía libre de culpas, y eso me dio gusto.

Mire, escuché a Lola, “esta cadenita me la regalaron ora que fui a Tijuana, me llevaron hasta una cuevita donde estaba un altar con una virgencita que`s que según se había aparecido ahí, que me la enseñan y que me ponen la cadenita, sentí tan re bonito que hasta le agradecí a la Virgencita.”

Lola emitía libertad, era sincera en su diálogo. Lola exclamó a Juan que de todos los lugares a los que la habían llevado el que más le gustó ,pero a su vez atemorizó, fue la inmensa ciudad de México, sus calles llenas de gente, el ir y venir, le pareció asombroso lo grande que era, y lo mucho que crecía. Contó en voz alta que esa ciudad era como ella, ruidosa, colorida, gigantesca pero a la vez tan vacía.

Llegué, después de 45 minutos de recorrido y una charla en la que no abrí la boca sino el oído. Cuando bajé del autobús, me empeñé en voltearla a ver y agradecerle porque ahora es parte de esta historia, no sólo me alegró el viaje sino que a sus 40 años, recordó la juventud que a veces dejamos perdida cuando nos unimos a la rutina, ¡oh santa Lola! que no te sujetas ni te detienes a nadie, ¡Oh Lola tan libre de los hombres!, ¡tan libre de ti!, ¡tan libre de culpa!

Nota: La connotación de moral llevaría otro significado.

1 comentario:

AnaX dijo...

Orale .. muy buena historia.. comprendo a lola... cuando viajas no solo conoces aprendes de ti mismo... :P
AnaX